Temporalidades a destiempo
MARTES DE TERAPIA “Temporalidades a destiempo” 
por la Lic. Guillermina López, parte del Equipo de Adultos del IPPL 
por la Lic. Guillermina López, parte del Equipo de Adultos del IPPL El concepto de tiempo es inherente a la existencia humana.
Si tomamos el calendario como un claro ejemplo para referir lo temporal, podremos rápidamente afirmar que es un hecho de carácter global que la humanidad se encuentra hoy transitando el año 2021. Lo que puede resultarnos obvio es quizá aquello que precisamente hemos podido naturalizar y con ello advertir la eficacia que posee la existencia de un orden según el cual la cultura es lo representativo de lo humano.
Sin embargo, la noción de tiempo no sólo ha debido adquirirse sino que lo que ello ilustra es que el mundo humano es, antes, un mundo hecho de lenguaje. Basta sentarse frente un recién nacido, para constatar que no sólo mostrarle un calendario no tendrá ningún sentido, sino que sin un otro que le enseñe que para habitar el mundo del calendario necesitamos primero poder entenderlo.
Simbolizar la existencia no sólo nos permite el acceso a la cultura como un ordenamiento social en el cual estamos insertos para poder vivir en sociedad. También nos permite visibilizar que en tanto seres de lenguaje, somos capaces de revisar aquellos pactos que un día sirvieron de lazo y terminaron por amordazarnos. La percepción del tiempo que ilustran algunas expresiones humanas como la literatura, el cine o la música dan cuenta de la existencia de otras temporalidades que escapan a toda medida a la que “naturalmente” el mundo nos convocó como lugares a ocupar o resignar.
Si hay algo que la clínica testimonia es que “lo natural” en lo humano es “naturalizar” por el hecho de pertenecer a una determinada cultura, en donde ciertos modelos sociales funcionan como lo normativo y otros su desvío. Ideales propios de una época, necesarios más no suficientes, que un día tropiezan cuando lo que reflejan emerge en el sujeto como un tiempo que no se escribe en los calendarios, como un camino que no estaba trazado en el mapa, como un puente por donde ya no es posible seguir pasando.
En cada consulta, vez por vez, asistimos a ese modo singular que adquiere el devenir de la propia temporalidad: la pausa que impulsa, la prisa que detiene, los tiempos que marcan de tiempo al destiempo. Pues “caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Guillermina López
Licenciada en Psicología