El malestar del tapa-bocas en pandemia

MARTES DE TERAPIA

“El malestar del tapa-bocas en la pandemia: poner en palabras para no poner en el cuerpo”  por la Lic. Paula Gazzo, miembro de la Clínica de Adolescentes y Adultos del IPPL 

Tapa-bocas. Barbijos. Distintas culturas a lo largo de la historia los han utilizado con fines diferentes: como protección contra ciertas enfermedades o la contaminación. También fue protesta y fue moda. De hecho sigue siéndolo. Pero en estos tiempos se ha convertido en el “accesorio” que forma parte de nuestra rutina obligadamente.

A esto se le suma la cuarentena –“aislamiento social, preventivo y obligatorio”. ¿En qué lugar nos deja todo esto? ¿Qué consecuencias trae aparejada? Si bien es cierto que con el correr del tiempo empezaremos a ver los efectos de lo que estamos viviendo actualmente, en el consultorio ya comenzamos a escuchar los malestares que destapa la pandemia. ¿Destapa? Sí. La cuarentena ha obligado a muchos a frenar. A parar esa rutina conocida, que resulta aburrida y cansadora, pero que organiza y da estabilidad. Aparecen entonces cuestiones, tal vez, menos placenteras, que no se están pudiendo “tapar”. Por eso el significante “destapa”.

Esto deja en evidencia muchos aspectos que necesitamos, en tanto seres hablantes, velar. Velar el hecho de la vulnerabilidad del hombre, de que podemos enfermar, sufrir, morir. Y está bien que velemos estas cuestiones, es así que podemos transitar muchas situaciones que lo ameritan. Pero hay momentos, como éste, en el que ese velo se corre, y nos deja expuestos a todas esas angustias, temores, preocupaciones, desasosiego y ansiedades de las que nos protegía.

Es así que vemos llegar a la consulta sujetos con auto-diagnósticos: “Tengo depresión”, “Tengo trastorno de ansiedad”, “Necesito que el médico me de pastillas para dormir”, son algunos de los ejemplos. Es importante aclarar que estar triste no significa padecer una depresión, o que tener estados de ansiedad no necesariamente es un trastorno en sí mismo o necesite medicación. Ya hemos leído mucho acerca de esto, cuántos artículos se han publicado acerca de los síntomas que se están observando en la sociedad. Pero ¿cómo se relaciona la angustia con el síntoma? Podría decirse a grandes rasgos que cuando la angustia no puede ser elaborada psíquicamente, trabajada, procesada, pasa al cuerpo. Y aparecen otro tipo de manifestaciones: taquicardia, sensaciones de ahogo, enfermedades en la piel, problemas gastrointestinales, irritabilidad, insomnio, dificultad en la atención, en la concentración y en la memoria, mareos, entre otros.

Es así que se ponen de manifiesto grandes montos de angustia. Pero la angustia no necesariamente debe ser tratada con medicación. ¿Qué significa? Que la medicación puede ser indicada por el profesional correspondiente -no el psicólogo, ya que no medicamos- cuando el sujeto está tomado por esta angustia, pudiendo desencadenar esto en otros cuadros más complejos. En tal caso, la medicación le permitirá al sujeto disminuir los niveles de angustia, o sensaciones aparejadas a ella, para poder ser trabajadas en un espacio de psicoterapia.

Es interesante cómo algo tan global, masivo, colectivo, afecta a cada uno en su singularidad, en su subjetividad. Cada uno atraviesa este momento como puede, con sus recursos y posibilidades, como también con sus temores y debilidades. Recordemos que estamos atravesando una pandemia-en-cuarentena. Quizás la palabra clave sea esa: atravesando. Y en ese recorrido, un espacio de psicoterapia puede ayudarnos a tener un lugar en donde el tapabocas no refleje un tapa-angustia, no sea una “palmo-terapia” –como dijo un colega-, si no que se permita poner en palabras, poner a decir, para no poner en el cuerpo.

Paula Gazzo
Licenciada en Psicología